La consigna veraniega (viene desde España) pedía un relato con dos vasos vacíos que antes estaban llenos. El desafío opcional, era iniciar el mismo con una persona adentro de un ropero. Como siempre, tomado de la web de Literautas (https://www.literautas.com/). Aun no tiene título definitivo.
SE AGRADECEN LOS COMENTARIOS. ES BUENO SABER QUE HAY SERES HUMANOS DEL OTRO LADO DE LA PANTALLA.
Hace mucho calor adentro del ropero. Roberto no entiende qué diablos hace encerrado ahí. Sólo estaban tomando un refresco con Laura, su amiga desde los primeros días de la escuela. Entre la transpiración que resbala por su frente y la humedad de su escondite, cada vez le cuesta más evitar estornudar.
En el comedor, Julio le recrimina a su esposa la presencia de dos vasos vacíos, sucios de refresco, sobre la mesa ratona.
—No seas paranoico, mi amor. Estaba mirando una serie y me olvidé que ya tenía un vaso cuando fui a buscar más refresco a la cocina. Sabés que soy muy distraída.
—Y yo soy estúpido, ¿no? ¿Te pensás que me chupo el dedo? ¿Dónde lo metiste?
—¿Dónde metí a quién?
—No te hagas la boluda. Sabés bien de que te hablo. ¿Quién es? ¿Julio, el morocho alto que trabaja contigo?
Laura es incapaz de aguantar la risa, aun a riesgo de enfurecer más al marido.
—Aparte de desconfiado, olvidadizo —dice mientras se toma la cabeza—. Javi, ¿vos no te acordás que fuimos a su casamiento?
Javier se pasea de un lado a otro con los puños apretados. Su memoria es bastante pobre y no entiende lo que dice su esposa.
—Vos también sos casada —vomita con bronca.
—Con un hombre. Igual que él.
En el cuarto, Roberto sale del ropero con la nariz cada vez más irritada y la camisa empapada. Se acerca a la ventana, con la idea de escapar por ahí. La situación es ridícula. La reja es demasiado apretada y ni siquiera su cuerpo pequeño y desgarbado puede salir por ese lugar. Sabe de sobra lo celoso que es Javier, que debería estar trabajando a esa hora. Laura le había pedido ayuda días antes para prepararle un cumpleaños sorpresa a su marido. Por eso se habían juntado. Y ahora está encerrado en esa habitación pequeña y mal ventilada, escuchando como la discusión escala. No puede quedarse de brazos cruzados. Sabe que le puede romper el corazón a su amiga. Es algo que tarde o temprano iba a tener que hacer.
Javier recién acepta la homosexualidad de Julio cuando Laura le muestra su perfil de facebook.
—Parece tan hombre cuando lo ves —se justifica.
—Y vos no pareces tan cavernícola y sin embargo lo sos. ¿O te crees que para ser gay tiene que ser afeminado? Mirá que sos gil.
Javier siente el golpe, pero no se calma. Toma uno de los vasos y lo arroja contra la pared.
Laura lo mira, incrédula.
—Te desconozco, mi amor. Y me estás dando miedo.
—¡Dejá de mentir, Laura! Yo sé que entró otro hombre a esta casa. ¡A mí no me vas a cagar! La vecina lo vio y …
El teléfono sonando lo interrumpe.
—Te salvó el gong. Me llama tu amigo, el tarado de Roberto. A ver que quiere este imbécil.
El ruido del vaso al romperse y los gritos destemplados de Javier asustan a Roberto. Pero no es un cobarde. No va a dejar que ese bruto lastime a su querida amiga. Piensa rápido. Algunos vecinos y transeúntes se acercan a la ventana, atraídos por el griterío. Toma su celular y llama a Roberto. Escucha clarito como el otro lo insulta, pero no pierde tiempo en enojarse.
—Roberto, querido, ¡qué placer escuchar tu voz! —dice Javier antes de que el otro hable.
—Javi, este imbécil tiene algo importante que decirte. Tengo fotos tuyas con la vecina. Con la chusma venenosa esa. Y no están precisamente charlando. ¡Achís!
Javier se queda mudo, congelado. Está seguro que nadie lo vio siendo infiel. Encontrar a Laura con otro hombre era la excusa perfecta para pedirle el divorcio y quedarse con la casa. Eso marcaba el acuerdo prenupcial.
—¿Seguís ahí, vivo? —pregunta Roberto— Mirá la tele. A ver qué te parece.
—Salí del dormitorio, cagón, te voy a cagar a palos.
Roberto se ríe. Con la puerta del dormitorio cerrada por dentro, manda las fotos directo al televisor de la sala. Javier está perdido. Se limpia la nariz con un buzo del infiel.
—Mirá la tele, que lindo qué salís encamado con tu vecinita. Vivo. Ni se te ocurra levantarle la mano a Laura. Hay mucha gente mirando por la ventana. Algo bueno tiene vivir rodeado de tanta gente chusma.
Javier ya no escucha el teléfono, incrédulo. Se deja caer en el sillón. Sabe que está perdido.
—Laura… yo… —más que hablar, balbucea.
El cachetazo resuena en la habitación, justo en el momento en que un triunfal Roberto sale del cuarto.
—No sabía cómo decirte esto sin lastimarte y que me creyeras, aún viendo las fotos. Lo siento mucho, amiga.
Laura lo abraza en silencio mientras llora. No esperaba esto. Roberto voltea la cabeza para ver la cara del cazador cazado.
—Si querés te ayudo a hacer la valija —le dice sonriente—. Para irte con tu querida vecina, digo. Porque en el fondo, este imbécil alguna vez fue tu amigo, ¿no?
Hola Daniel.
ResponderBorrarBuena historia de infidelidades y chascos, contada con agilidad y destreza; no permite despegarse de la entretenida trama hasta el desenlace, de un giro sorprendente y original. He tenido una lectura agradable. Felicidades.
Soy Mónica Bezom.
Hola Daniel,
ResponderBorrarSoy Carlos Tabada, de literautas. Enhorabuena por la facilidad que tienes para escribir textos coherentes y estimulantes prácticamente a base de pura imaginación. Un saludo.