viernes, 22 de agosto de 2025

VASOS VACÍOS

La consigna veraniega (viene desde España) pedía un relato con dos vasos vacíos que antes estaban llenos. El desafío opcional, era iniciar el mismo con una persona adentro de un ropero. Como siempre, tomado de la web de Literautas (https://www.literautas.com/). Aun no tiene título definitivo.

SE AGRADECEN LOS COMENTARIOS. ES BUENO SABER QUE HAY SERES HUMANOS DEL OTRO LADO DE LA PANTALLA.


 Hace mucho calor adentro del ropero. Roberto no entiende qué diablos hace encerrado ahí. Sólo estaban tomando un refresco con Laura, su amiga desde los primeros días de la escuela. Entre la transpiración que resbala por su frente y la humedad de su escondite, cada vez le cuesta más evitar estornudar.

  En el comedor, Javier le recrimina a su esposa la presencia de dos vasos vacíos, sucios de refresco, sobre la mesa ratona.

  —No seas paranoico, mi amor. Estaba mirando una serie y me olvidé que ya tenía un vaso cuando fui a buscar más refresco a la cocina. Sabés que soy muy distraída.

  —Y yo soy estúpido, ¿no? ¿Te pensás que me chupo el dedo? ¿Dónde lo metiste? 

  —¿Dónde metí a quién?

  —No te hagas la boluda. Sabés bien de que te hablo. ¿Quién es? ¿Julio, el morocho alto que trabaja contigo? 

  Laura es incapaz de aguantar la risa, aun a riesgo de enfurecer más al marido.

 —Aparte de desconfiado, olvidadizo —dice mientras se toma la cabeza—. Javi, ¿vos no te acordás que fuimos a su casamiento?

 Javier se pasea de un lado a otro con los puños apretados. Su memoria es bastante pobre y no entiende lo que dice su esposa.

 —Vos también sos casada —vomita con bronca.

 —Con un hombre. Igual que él.


En el cuarto, Roberto sale del ropero con la nariz cada vez más irritada y la camisa empapada. Se acerca a la ventana, con la idea de escapar por ahí. La situación es ridícula. La reja es demasiado apretada y ni siquiera su cuerpo pequeño y desgarbado puede salir por ese lugar. Sabe de sobra lo celoso que es Javier, que debería estar trabajando a esa hora. Laura le había pedido ayuda días antes para prepararle un cumpleaños sorpresa a su marido. Por eso se habían juntado. Y ahora está encerrado en esa habitación pequeña y mal ventilada, escuchando como la discusión escala. No puede quedarse de brazos cruzados. Sabe que le puede romper el corazón a su amiga. Es algo que tarde o temprano iba a tener que hacer.


  Javier recién acepta la homosexualidad de Julio cuando Laura le muestra su perfil de facebook.

  —Parece tan hombre cuando lo ves —se justifica.

  —Y vos no pareces tan cavernícola y sin embargo lo sos. ¿O te crees que para ser gay tiene que ser afeminado? Mirá que sos gil.

  Javier siente el golpe, pero no se calma. Toma uno de los vasos y lo arroja contra la pared.

  Laura lo mira, incrédula.

  —Te desconozco, mi amor. Y me estás dando miedo.

  —¡Dejá de mentir, Laura! Yo sé que entró otro hombre a esta casa. ¡A mí no me vas a cagar! La vecina lo vio y …

  El teléfono sonando lo interrumpe.

  —Te salvó el gong. Me llama tu amigo, el tarado de Roberto. A ver que quiere este imbécil.


El ruido del vaso al romperse y los gritos destemplados de Javier asustan a Roberto. Pero no es un cobarde. No va a dejar que ese bruto lastime a su querida amiga. Piensa rápido. Algunos vecinos y transeúntes se acercan a la ventana, atraídos por el griterío. Toma su celular y llama a Roberto. Escucha clarito como el otro lo insulta, pero no pierde tiempo en enojarse.


  —Roberto, querido, ¡qué placer escuchar tu voz! —dice Javier antes de que el otro hable.

  —Javi, este imbécil tiene algo importante que decirte. Tengo fotos tuyas con la vecina. Con la chusma venenosa esa. Y no están precisamente charlando. ¡Achís!

  Javier se queda mudo, congelado. Está seguro que nadie lo vio siendo infiel. Encontrar a Laura con otro hombre era la excusa perfecta para pedirle el divorcio y quedarse con la casa. Eso marcaba el acuerdo prenupcial.

  —¿Seguís ahí, vivo? —pregunta Roberto— Mirá la tele. A ver qué te parece.

  —Salí del dormitorio, cagón, te voy a cagar a palos.

Roberto se ríe. Con la puerta del dormitorio cerrada por dentro, manda las fotos directo al televisor de la sala. Javier está perdido. Se limpia la nariz con un buzo del infiel.

  —Mirá la tele, que lindo qué salís encamado con tu vecinita. Vivo. Ni se te ocurra levantarle la mano a Laura. Hay mucha gente mirando por la ventana. Algo bueno tiene vivir rodeado de tanta gente chusma.

Javier ya no escucha el teléfono, incrédulo. Se deja caer en el sillón. Sabe que está perdido.

  —Laura… yo… —más que hablar, balbucea.

  El cachetazo resuena en la habitación, justo en el momento en que un triunfal Roberto sale del cuarto.

  —No sabía cómo decirte esto sin lastimarte y que me creyeras, aún viendo las fotos. Lo siento mucho, amiga.

Laura lo abraza en silencio mientras llora. No esperaba esto. Roberto voltea la cabeza para ver la cara del cazador cazado.

  —Si querés te ayudo a hacer la valija —le dice sonriente—. Para irte con tu querida vecina, digo. Porque en el fondo, este imbécil alguna vez fue tu amigo, ¿no?

  

martes, 19 de agosto de 2025

LA VENTAJA DE NO VIVIR DE LA ESCRITURA

  SE AGRADECEN LOS COMENTARIOS. ES BUENO SABER QUE HAY SERES HUMANOS DEL OTRO LADO DE LA PANTALLA.


  Esto puede parecer una locura. Pero no lo es. Más de una vez pensé que me hubiera gustado vivir de la escritura y no tener que aprender otro oficio y trabajar en cosas tan variadas como en un comercio tipo almacén, instalando televisión por cable, reparando computadoras, haciendo trabajos manuales de diverso tipo hasta tener la oportunidad de vivir de mi oficio de electricista. 
  En varios momentos de mi vida, sentí una enorme frustración. Demasiadas veces me preguntaba para qué seguía escribiendo. Para qué seguía estudiando el oficio de escritor  de forma más que nada autodidacta, sin tiempo ni dinero para concurrir a un taller . Comprando durante sesenta semanas los fascículos del taller de escritura Salvat y realizando los ejercicios que nadie iba a corregir.
Sin embargo, era algo que no podía dejar de hacer. No era una elección. Era, es y seguirá siendo, una necesidad vital. Como comer. Como respirar. Una pasión. Ese algo que tenés qué hacer. No importa si nadie lo lee. O quizás sí.
Por supuesto que todo escritor aspira a ser leído. Mentiría si dijera que no me provoca felicidad y una íntima satisfacción cuando un lector me cuenta lo que sintió al leer alguno de mis relatos. Los recuerdos que le despertó, las emociones que afloraron mientras recorría las páginas nacidas de mi trabajo. Saber que alguien disfrutó, se distrajo, o acaso sintió una conexión con alguna de mis historias, es algo que me llena de alegría. Esa sensación de que tanto esfuerzo al final valió la pena.
De nuevo me pasa. Me desvío del cometido de esta entrada.
 Descubrí esto hace muchos años, cuando el gran cantautor Gastón Ciarlo (Dino), mencionó que el no vivir de la música le permitía cantar lo que él quisiera y cuando deseara hacerlo. Sin la presión de necesitar ganar dinero con la música para subsistir. Y ahí radica la ventaja. 
Escribir lo que quiero, lo que siento. No preocuparme qué tan comercial pueda ser. Lejos de las modas que van y vienen. Apartado de las tendencias que marcan los fenómenos de venta. Sin la necesidad de que la escritura sea mi medio de vida, tengo la libertad que cualquier actividad artística necesita para ser auténtica. 


sábado, 9 de agosto de 2025

EL NIETO DEL DICTADOR (adelanto)

 Dejo por aquí el comienzo del cuento de ciencia ficción que da nombre a mi libro.

 SE AGRADECEN LOS COMENTARIOS. ES BUENO SABER QUE HAY SERES HUMANOS DEL OTRO LADO DE LA PANTALLA.

El nieto del dictador (o el hueco en la paradoja del abuelo)


—Pero, entonces, ¿sí hubo una dictadura? —preguntó por tercera vez Laura, totalmente desconcertada.

—Sí —respondí algo ofuscado.

Ella se miró las uñas, pensativa. Sus ojos color aceituna me miraron con una mezcla de odio y fascinación.

—¿Y tu padre, ese señor que saludé hace cinco minutos, llevaría ya cinco años muerto?

—Así es.

Ella comenzó a reír a carcajadas.

—Y yo era un señor viejo, gordo, de barba y anteojos, ¿no? —preguntó divertida.

Su risa me hizo aflojar la tensión y reírme también.

—No, no es lo que recuerdo. Creo que siempre fuiste una hermosa chica. Y también una muchacha muy inteligente.

Mi decisión de contarle todo flaqueaba de a ratos. Llevábamos tres años de casados y nos conocíamos desde la escuela. Amaba a esa mujer y la sabía capaz de entender lo sucedido, aunque a mí mismo me costara creerlo.

Yo era el único que lo recordaba, porque para todos los demás jamás había sucedido. Ni la dictadura, ni el terror, ni la guerra civil que, tras largos años y muchísima sangre derramada, no logró derribar al gobierno de facto. Todos esos hechos que habían marcado mi infancia y adolescencia quedarían para siempre grabados a fuego en mi alma y, a pesar de lo reales que eran para mí, nadie tenía el más minino recuerdo de ellos.

—Hacé como si lo que te estoy narrando fuera un cuento y trata de no interrumpirme demasiado. No es fácil para mí, pero necesito descargarme. Ya no soporto más la culpa y el secreto. De más está decirte que todo lo que te cuente debe quedar entre nosotros dos. Hace cuatro años ya que guardo el secreto y hay noches en que la culpa no me deja dormir. Por lo general estoy convencido de que lo que hice fue lo correcto. Y los hechos finalmente me dan la razón. Esta paz, este progreso, esta libertad. Esta sociedad llena de vida y solidaridad hace cinco años era inconcebible. Y aunque lo que hice iba en contra de todas mis convicciones, sé que fue lo correcto.

—¿Y qué hiciste, tan malo? —preguntó entre desconcertada y sarcástica—. Si se puede saber.

—Asesiné a mi abuelo, no una sino dos veces —le espeté.

Sus hermosos ojos se abrieron como platos, echó la cabeza hacia atrás y luego, cerrando los ojos como si hurgara en su memoria, acertó a decir con una voz apenas audible:

—Pero no, no puede ser. Es una muy mala broma. Tu abuelo lleva muchos años muerto. ¿Cuántos años tenías cuando pasó?, ¿seis, siete, ocho? ¿Quién sos, Billy el niño?

—No lo maté cuando era un niño. Ya te dije que todo esto pasó hace cuatro años.

Laura se levantó sin decir palabra y fue hasta la cocina. Diez minutos después volvió con el mate en una mano y el termo en la otra.

—Parece que esto va a ser largo y complicado —se justificó—. Empezá a explicar desde el principio, porque, o tú te volviste loco, o soy yo la que está loca.

«Esto no va ser fácil», pensé. Si bien Laura era muy inteligente, más que el promedio, no era una persona muy imaginativa o de mente abierta. Y tampoco era una científica. Lo suyo era el arte.

—Viajé al pasado y lo hice, una vez y otra vez más. Ya te lo dije.

—Entonces, la paradoja del abuelo no es correcta —afirmó.

            .............................................................................................................................

                                                                  Continúa en el libro

martes, 29 de julio de 2025

ACERCA DE LAS INFLUENCIAS

¿Cuáles son mis influencias a la hora de escribir?

  En una reciente nota radial, me consultaron acerca de mis influencias a la hora de analizar mi forma de escribir. La pregunta, que debería ser casi obvia para alguien acostumbrado a hablar de este maravilloso oficio, me tomó totalmente desprevenido y conté que era algo que en realidad no me había puesta a analizar en profundidad.

Sin duda mis autores favoritos han sido y siguen siendo una gran influencia. Mario Benedetti, Isaac Asimov, Horacio Quiroga, podría decir que son los principales.

Si me paro a pensar en las lecturas de mi infancia, "Corazón" de Edmundo de Amicis  fue un mojón en mi amor por los libros, abriendo mi mente y mi corazón a un mundo nuevo. Mark Twain, con Tom Sawyer y Huckulberry Finn, Roy Rockwood con su versión sudamericana de un joven Tarzán llamado "Bomba", protagonista de una larga saga de libros.

Julio Verne, mi puerta de entrada a la literatura de ciencia ficción, "Robinson Crusoe" de Daniel Defoe, las novelas de Emilio Salgari, "Miguel, hermano de Jerry" de Jack London, por supuesto "Los cuentos de la selva" de Horacio Quiroga junto a sus "Cuentos de amor, de locura y de muerte". También Edgar Alan Pou y Charles Dickens.

Más acá en el tiempo, Stephen King, Ray Bradbury, Ursula K. le Gin, Eduardo Galeano, José Mauro de Vasconcelos, Alejandro Dolina, David Brin, H.G. Wells y un largo etcétera. Como pueden ver, una gran variedad de estilos y temáticas.

Sin embargo, hay otras influencias que no tienen nada que ver con la literatura propiamente dicha y sí con las series que veía en televisión, más que nada en mi adolescencia y juventud.

"Nueve años", uno de mis cuentos favoritos en mi libro, parece ser un capítulo más de la vieja "Dimensión desconocida" del genial Rod Serling. Una historia imposible de suceder en la realidad, pero muy verosímil. También "Ahora es cuando" podría ser un episodio más, junto con "La búsqueda" , aunque de ésta última no estoy seguro.

En cuánto a la forma de escribir, eso que suelen llamar estilo, me viene a la cabeza una frase que leí en algún lado, dicha por un escritor famoso cuyo nombre no recuerdo . "Creo en la eficacia de la escritura". No estoy seguro de las palabras exactas, pero ese era el concepto. Una escritura eficaz, al servicio de la narrativa. Clara, sencilla, sin adornos innecesarios ni abuso de las figuras literarias. Por supuesto que hay gente muy talentosa, capaz de una prosa clara y sin embargo, casi poética. No es mi caso.

Trato, dentro de mis posibilidades, de que lo que escribo sea fácil de entender. Soy consciente de que no siempre lo logro, en especial en algunas historias de ciencia ficción que involucran viajes en el tiempo y sus complejas paradojas. Sigo trabajando en mejorar este aspecto de mi escritura.

Intento además, aprovechar la riqueza de nuestro idioma sin abusar de palabras de uso poco común que hagan confusa la lectura. Y por supuesto, sigo leyendo cada día para aprender.