viernes, 13 de diciembre de 2024

       Este texto no puedo calificarlo más que como una catarsis, una descarga a tierra en momento laboral complicado por ciertas actitudes de algunos compañeros de trabajo, que nunca voy a comprender y que se negaron a explicar, diciendo a modo de disculpa  que se habían equivocado.

Semillas

Esta es la historia de un hombre que se preocupa por los demás y siempre los ayuda, a pesar de que tantas veces le han pagado con malas acciones, a pesar de que tantas veces le han negado su ayuda. Y cada vez que le fallan, herido, con el llanto en el alma, se dice que la próxima vez que le pidan ayuda se va a excusar, se va a negar, pero no puede. Sabe que mucha gente se acerca a él sólo por el beneficio que su amistad sincera y desinteresada puede reportarle, pero quiere creer que no es así, que los demás son iguales a él. Una y otra vez recae en su actitud solidaria. Se siente bien consigo mismo, pero a la vez se considera un paria, un marginado en una sociedad careta, autoritaria e insensible. No es el único, pero él no lo sabe y sufre. Una tarde, escuchando la radio, conoce a un hombre que tiene su misma ideología. Sin dudarlo, llama a la radio y consigue, feliz, ponerse en contacto con ese otro ser, tan igual a sí mismo, tan espejo de su alma. Y como él, muchos otros se encuentran a sí mismos en ese otro ser. Y sin perder tiempo forman un grupo de unos pocos al principio, para ser luego decenas, miles, millones, para transformarse en fiscales acusadores de una sociedad desquiciada y egoísta. Sin banderas políticas ni económicas, sin más interés que convertir el mundo en un lugar mejor.

Pregonan el amor, el respeto, la solidaridad, la autoestima, el trabajo comunitario, la defensa del desvalido. Sueñan con un mundo donde todos hagan su trabajo por el placer de contribuir al bien común, donde no existan el dinero ni las posesiones, donde todos puedan disfrutar de los beneficios de la educación y el progreso.

Los grandes poderes mundiales, asustados por su crecimiento, deciden combatirlos matando a sus líderes, sembrando el miedo y el descrédito entre sus filas. Pero por cada uno que muere, dos abrazan la causa. Por cada uno que, asustado, la abandona, cuatro se suman a ella.

Se unen formando pequeñas comunidades autónomas donde convierten sus ideas en realidad. Y siguen creciendo, cada vez más.

Finalmente, son bombardeados los lugares donde viven, donde se reúnen, donde trabajan, donde sueñan y aman.

Y en cada sitio destruido por el odio y la locura, en cada lugar donde la ambición y la estupidez humana segaron la vida, en esos lugares donde solo debería haber muerte y destrucción, entre las ruinas, la sangre derramada se trocará en las semillas de una nueva humanidad, que esperarán dormidas a que los idiotas que destruyeron medio mundo en su loca carrera mueran de hambre, envenenados con su propia ponzoña, asesinados por las pestes que ellos mismos crearon, cuando ya no tengan pan para comer, cuando ya la tierra diga «basta» y el agua ya no sirva para beber, cuando por fin se den cuenta de que el dinero no se come, cuando sea demasiado tarde para todos.

Entonces, cuando las dormidas semillas comiencen a florecer entre las ruinas, se escucharán las voces de los nuevos humanos, débiles pero firmes, suaves y a la vez fuertes, diciendo en cada rincón del globo que ha nacido una nueva humanidad, una nueva raza cuya única ambición es amar, crecer y multiplicarse.

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