Otra vez de la mano de literautas , llega un nuevo desafío de 750 palabras con una consigna obligatoria y una opcional, La frase "Había una grieta en la pared" debía aparecer tal cual en el texto. Lo opcional era usar el narrador testigo. Todo un desafío para mí, amante de escribir en primera persona. Espero les guste.
LA GRIETA
—Había una grieta en la pared —afirmó el comisario Enzo Flores. De eso puedo dar fe.
El forense se rascó la cabeza y pasó la mano enguantada por la pared.
—Eso es imposible —replicó el perito—. Esta pared está demasiado perfecta. Ni siquiera tiene pintura descascarada ni retoques frescos.
—Mi ayudante también la vio.¿No es así, cabo?
—Sí, señor comisario —contestó veloz como el rayo.
El forense me hizo apagar la luz y revisó todo con el foco ultravioleta.
—Nada en la pared, nada en el piso,nada de nada en ningún lado. Como broma ya es suficiente —protestó Julio, el perito forense—. Me hacés venir hasta acá en el medio de la peor tormenta en años para tomarme el pelo. ¿Qué hay del otro lado de esta pared?
—Supongo que el patio trasero. No hay más habitaciones para allá —informó el comisario.
—Deberías salir a ver y confirmarlo.
—Cabo Reyes, vaya a ver —ordenó Flores.
El cabo fue presto a cumplir la orden y volvió empapado y tembloroso.
—No hay nada señor comisario —apuntó. Puros yuyos y barro.
—Supongo que revisaste la pared del lado de afuera.
El cabo no contestó y salió corriendo. Volvió un minuto después.
—La pared está muy mojada, pero no tiene grietas —dijo al regresar.
El pobre cabo temblaba de frío. El forense se volvió hacia mí.
—¿Y usted qué hace acá?
—Solo observo —contesté lacónico. Soy el cerrajero.
—¿Vio la grieta usted también?
—La vi. Iba de abajo arriba ensanchándose.
Julio caminó de un lado a otro de la pieza.«No entiendo que hacemos acá» dijo a modo de protesta.
—Llamó una vecina —aclaró el comisario—. Ruidos, golpes, luces y la familia que desapareció. Según ella. Pero la mesa está servida.
—Pueden haber salido de apuro —sugirió con timidez el cabo. No hay ningún auto en el garaje.
—Y la grieta, ¿desapareció de golpe? —preguntó Julio.
El comisario se rascó la cabeza.
—Puede ser. Salimos a hablar con la vecina que vino corriendo apenas llegamos. A los pocos minutos entramos y ya no estaba.
—Capaz que la grieta era un portal interdimensional —dijo el imberbe cabo.
—No diga pavadas muchacho. Tanto leer esos libros raros le hacen creer cualquier cosa.
—Las grietas normales no se cierran solas —apuntó con firmeza el cabo.
El comisario abrió la boca pero no llegó a decir nada. Tomó una manzana de la mesa y le clavó los dientes.
—¡La puta madre, me arranqué un diente! —gritó molesto.
El cabo Reyes se acercó a la mesa y revisó la comida.
—Parecen ser de utilería señor comisario.¡La grieta, apareció de nuevo!¡Ay mamita!
Luego todo pasó demasiado rápido. El comisario disparó contra la grieta haciendo un agujero en la pared. La puerta principal se abrió y un nuevo disparo pasó zumbando junto al recién llegado, que se tiró al piso. Yo no podía creer lo que veía. Tarros de pintura y pinceles rodaron por el suelo frente al hombre. El pobre no entendía nada.
—¿Quién es usted?¿De dónde viene? ¿Qué hizo con la familia López? ¿Adónde lleva esa grieta?—preguntó Flores mientras le apuntaba nervioso.
—Si guarda el arma le cuento. Por favor. Se le va escapar un tiro.
Enzo Flores guardó la pistola y tomó asiento. El cabo estaba revisando la grieta.
—Caray, es una….. ¿proyección? —preguntó rascándose la cabeza.
—Lo es—respondió el recién llegado. Y esta casa es un set de cine por un par de semanas. La familia está en un hotel pagado por la productora. La proyección no queda bien en cámara, así que voy a pintar la falsa grieta de verde para crearla después. Con la computadora—aclaró.
—Mirá vos—dijo Flores—. Casi te pego un tiro. El bobo del cabo me puso nervioso con sus inventos. Portales dimensionales. Familias secuestradas.
Pero, espere, la mujer que llamó dijo que vio luces raras y escuchó gritos.
El hombre apretó un botón en lo que parecía ser un control remoto y la habitación fue un caos de luces y gritos durante unos segundos.
—Efectos especiales—dijo dándose aires de superioridad.
—Bueno, es hora de irnos—dijo aliviado el comisario—. Julio, cabo, cerrajero. Ni una palabra a nadie de esto. No quiero ser el hazmerreír del pueblo. ¿Está claro, no?
No respondí y procedí a colocar la nueva cerradura mientras el hombre de los efectos pintaba. Lo que no le dije a nadie era que además de cerrajero era un periodista en ciernes. Y no iba a desperdiciar una historia tan jugosa. Ni loco que estuviera.