EJERCICIOS DE ESCRITURA 1
OBSESIÓN (Parte 2)
Pese al sueño y los consejos de mis compañeros, no iba a ceder la tentación de quedarme sentado en la cabina de vigilancia pasivamente mirando las cámaras, no señor. Esa noche iba a descubrir quién traía las flores, y para quién.
Me preparé un termo de café y me quedé parado en la cabina con el monitor principal enfocado en la cámara de la tumba misteriosa. No fue fácil aguantar, casi terminando el turno y cuando ya el sol amagaba a comenzar su periplo de este a oeste, apareció la mujer. Alta , elegante, con un aire a cierta actriz cuyo nombre no conseguí recordar. Vestía totalmente de negro, la falda apenas por encima de las rodillas y los zapatos de taco ultrafino que apenas se hundían en la tierra. Parecía flotar al moverse.El cabello era largo, negro como la noche, recogido en un elegante moño atado con una cinta, como no podía ser de otra manera, negra.
Si bien el reglamento interno nos prohibía acercarnos a los deudos a menos que ellos lo solicitaran, no dudé un segundo en dejar la cabina y pararme a una nada respetuosa distancia de la misteriosa mujer.
—Puedes acercarte—dijo sin voltear a mirarme.
—¿Me habla a mí?—pregunté mecánicamente.
—¿A quién si no?,¿Hay alguien más aquí?
Ahora sí giró su cabeza y me miró a los ojos. Tragué saliva. Sus ojos eran absolutamente negros. No solo el iris. Todo el ojo. Pero no podía dejar de mirarlos. Estaba como hipnotizado. No podía moverme.
—¿Estás asustado?-preguntó con vos melosa. —No tienes nada que temer. Puedes preguntar eso que tanto te obsesiona.
Tragué saliva. Quería saber, pero temía que no me iba a gustar la respuesta. Mas el irracional impulso que me había llevado hasta allí ,dominaba todo mi ser.
—¿De quién es la tumba?,¿por qué no tiene nombre la lápida? —pregunté, incapaz de contenerme.
Ella sonrió. Sus perfectos dientes brillaban, reflejando el sol que empezaba a despuntar frente a la singular pareja.
Hace mas de diez meses ya , desde que relevé al anterior ocupante de la tumba innominada. No me puedo quejar, el único culpable de lo sucedido fui yo y mi enfermiza curiosidad. Pese a lo que se pueda pensar, no hace frío aquí. No siento hambre, ni sueño, y tengo tiempo para reflexionar sobre mi pasada estupidez. El espacio es estrecho, pero no estoy incómodo. Cada día, segundos antes de que el sol aparezca, ella llega con su ropa oscura y un ramo de flores frescas.
Desde hace unos días, uno de los nuevos jardineros pasa y se queda mirando la lápida, como atraído por un imán. Confío en que no pase demasiado tiempo antes de que caiga en la misma trampa que yo. Lo único que me aterra, es no saber que pasará cuando alguien ocupe mi lugar. Ella no me quiso decir, pero sospecho que no es nada bueno.